Si has observado alguna vez un gran árbol durante una tormenta habrás, visto como sus ramas y sus hojas se ven agitadas violentamente, desplazándose de un lado a otro, empujadas por el viento. Entonces te preguntas si superará la tormenta.
Cuando estas inmerso en una emoción poderosa tu eres como ese árbol, te sientes vulnerable, temiendo que en cualquier momento puedas ser abatido por su fuerza.
Pero si diriges la atención a su tronco verás algo muy diferente; verás que el árbol está solida y profundamente arraigado en el suelo; entonces tienes la seguridad de que el viento no va a poder con él.
Todos nosotros podemos ser como los árboles. Cuando nos sentimos vapuleados por una tormenta emocional, no debemos centrar nuestra atención en el cerebro (los pensamientos) o en el corazón ( las emociones); que en este momento son como la copa agitada del árbol.
Cuando nos sentimos desbordados por la emociones podemos dirigir la atención al vientre, a nuestro centro de gravedad, que es como el tronco del árbol, practicando la atención en la respiración, haciéndote consciente de como asciende y desciende el abdomen.
PRÁCTICA:
Toma una postura estable, la que uses para meditar. Te puedes mecer ligeramente en la postura hasta sentir el equilibrio y la estabilidad.
Puedes colocar las manos sobre el abdomen, si te resulta cómodo; deja que tu respiración surja libremente, sin intentar controlarla y hazte consciente del movimiento de ascenso y descenso, síguelo sin pensar en nada en concreto.
Si te distraes, amablemente y sin juzgarte vuelve a centrar la atención en el movimiento del abdomen. Puedes hacerlo durante unos minutos cada vez que te sientas agitado hasta que la tormenta se disipe.
Un pequeño truco que puedes probar, si te resulta cómodo, es colocar un objeto, como un libro o un cojin, algo que te haga sentir un pequelo peso sobre el vientre.